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Si el retorno de la inversión es inferior a su costo, se está destruyendo el capital invertido.

“Lo que se mide es lo que se logra”, es una de las máximas de la administración; o cómo lo afirma Zafra (2016) “Pocas decisiones empresariales tienen tanto impacto, como la selección del indicador de desempeño, pues esto determina dónde se concentra el esfuerzo y la atención. Si el indicador es equivocado, la energía se pierde y lo prioritario, se olvida”.

En los últimos años se ha visto cómo las empresas cada vez más han acogido el concepto y los procesos de creación de valor, no obstante que entre los objetivos empresariales el financiero era el único que hacía referencia al término de valor, pero fue en las áreas de operación y producción donde primero se aplicó (Cuellar Palacios, 2018).

Se afirma que anteriormente las compañías solían centrar sus esfuerzos en la generación de utilidades contables con la creencia de que entre más grande fueran, sus empresas tendrían mayor valor. Pero este paradigma ha cambiado puesto que en gran medida los resultados se miden de acuerdo con la contribución que tengan en la destrucción o creación de valor direccionada a los interesados -stakeholders- (Correa García, y otros, 2018). Correa, al igual que Rivera (2012), asegura que es por esta razón que una estrategia gerencial basada en valor conlleva una trasformación total de la empresa para que sus operaciones se orienten a la creación de valor.

Fuente: Manuel A. Garzón.

Las empresas que se desempeñan con base en la Gerencia Basada en Valor (GBV) son las que utilizan el capital con mayor eficiencia, logran la mayor productividad, el mayor rendimiento de su flujo de efectivo, y sistemáticamente mejoran sus resultados económicos y financieros en el largo plazo. Se tiene entonces que la GBV es la estrategia administrativa que está direccionada hacia la creación de valor, es decir, a la generación de riqueza que otorga la empresa a sus socios, accionistas o inversionistas.

Bajo una estrategia GBV una cifra no necesariamente define el valor económico de una compañía, “lo que realmente lo explica es el constante monitoreo de factores claves que están asociados al desarrollo de su actividad.” En últimas ha de asumirse que se trata de la “capacidad que tiene la dirección para establecer y gestionar todas aquellas variables que se relacionan con la operación”, que implica la aplicación de un conjunto de “herramientas para facilitar la administración de las operaciones de una compañía que permita el aumento del valor de los accionistas, que de la mano de la Evaluación del Valor Agregado (EVA) permite apreciar la calidad de las decisiones gerenciales, del desempeño organizacional y del cumplimiento del objetivo básico financiero.”(Cuellar, 2018, pág. 219).

Y frente a este panorama que sugiere el nuevo paradigma ¿Qué están haciendo las empresas constructoras? En general las pequeñas y medianas empresas aún no salen de la estrategia tradicional, por lo que “Suelen tomar sus decisiones gerenciales con base en la información contable y lo que revela la utilidad neta del periodo.”

Fuente: Universidad de América.

Los especialistas consideran que se trata de una práctica errática en tanto que “la información y los indicadores tradicionales no consideran variables tan importantes como el costo del dinero, el riesgo con el que opera la empresa y las expectativas de futuro” (Correa, 2018, pág. 219), por lo que aproximarse a la implementación de una estrategia GBV implica una equilibrada combinación de la contabilidad financiera y la contabilidad basada en valor.

Según Correa (2018, pág. 219), ha podido establecerse que algunas empresas constructoras han venido aplicando indicadores que evalúan la generación de valor como los de “liquidez, endeudamiento, rentabilidad y eficiencia, y otros métodos existentes.”, sin desestimar que uno de los más destacados es el de ‘flujo de caja libre descontado’ que gira en torno a los flujos de efectivo esperados y la tasa de descuento.

Mas sin embargo se asegura que uno de los indicadores o procedimientos de estimación del valor que más se adecúa a las empresas constructoras es el EVA. Este es un modelo que cuantifica la creación de valor que se ha producido en una empresa durante un determinado período de tiempo, y tiene como finalidad última cubrir la rentabilidad mínima exigida por los accionistas, que es lo mismo que estimar el costo del capital y del riesgo, es decir, la valoración de la rentabilidad que un inversionista puede obtener asumiendo la remuneración del riesgo, o expresado de otra forma la “tasa de rentabilidad mínima bajo condiciones de incertidumbre” (i Gràcia, 2021).

En últimas el EVA “valora la recuperación de la inversión más un rendimiento esperado con toda certeza”. Se diferencia de los métodos tradicionales precisamente porque aquellos no consideran en su valoración el retorno del capital que cubra riesgo, es decir el costo en el que incurre el inversionista por invertir bajo condiciones de incertidumbre, más allá del costo de capital (tasa de interés del crédito).

Para Cuellar el otro indicador relevante que se recomienda para el sector constructor es el de Deuda/Equity, dado que los proyectos de construcción involucran, en una alta proporción, inversión en activos fijos y capital de trabajo que implica a su vez incurrir en un “alto endeudamiento vía crédito con la banca o de los socios”, por lo que “el capital de trabajo es un indicador determinante del nivel de fortaleza financiera en el corto plazo”.

En el estudio realizado por Cuellar en 2018 -que cubrió el período 2011-2016 y que tuvo como objetivo aplicar las herramientas e indicadores del GBV, en particular el EVA, a empresas de la construcción por tamaño (pequeñas, medianas y grandes) para determinar si estas empresas estaban generando o destruyendo valor para sus accionistas– concluyó lo que se observa en la tabla siguiente:

Fuente: Elaboración del autor con datos de Cuellar y otros.

Como se observa, es fácil concluir que el comportamiento de los tres tamaños de empresas constructoras fue diferente, resaltando que las más grandes muestran un cuadro altamente favorable, mientras que para las pequeñas fue muy desfavorable y para las medianas es muy moderado. No obstante, el estudio referido concluyó que en general el sector de la construcción generó utilidades contables durante los años estudiados, mientras que el indicador EVA reveló destrucción de valor en casi todos los períodos de estudio.

Y si bien pudo obedecer a diversos factores organizacionales y del entorno, los resultados indican que el sector no ha realizado una adecuada aplicación del indicador EVA, y por tanto de la GBV como una herramienta primordial para orientar el aumento de valor para los accionistas en el sector, en tanto que se estableció que hubo decisiones enfocadas a incrementar las ventas y las utilidades año tras año en su afán por cubrir costos y gastos.

En conclusión, ya es hora de que las empresas constructoras en Colombia, en especial las pequeñas y medianas, adopten la GBV, realicen los ajustes organizacionales y administrativos que se adecuen, e implementen todos los indicadores bajo el método EVA que les permita evaluar el valor que genera para todos los interesados involucrados en la cadena, pero en especial para los socios o inversionistas.

Referencias

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