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En el quehacer y disciplina de la arquitectura hay una corriente o movimiento que puja por una arquitectura que se centre más en lo sustantivo, lo ontológico o sensitivo, más allá de las formas y las estructuras.

Y como lo deja entrever la arquitecta Núñez (2018), por más que varios espacios sean blancos o diversos bloques parezcan homogéneos, nunca ninguno será igual al otro. De la lectura del sustrato de su poema no podría inferirse otra cosa que las creaciones arquitectónicas deberían ser sublimes.

Y aquí surge entonces la disyuntiva de si la arquitectura debe ser poética o si hemos de hablar de poética de la arquitectura. Rocha (2016) da algunas pistas que permitirán sopesarlas como en una balanza, en una primera instancia: mientras la poesía -que es gratuita-, «son palabras que flotan en el aire, tan ligeras como éste» por su lado la poética es «algo mucho más denso, ya que no es poesía, sino otra cosa que participa de las cualidades de la idealidad, espiritualidad y belleza de la poesía».

Casa PS-50 diseñada por el estudio Langarita-Navarro
Fuente: neo2.com, cortesía Luis Díaz Díaz

 

Poética de la arquitectura

Rocha acude a lo que el filósofo francés Gastón Bachelard define como la poética del espacio para quién se trata del «estudio del fenómeno de la imagen poética», sin pretender en lo más mínimo explicar ni describir el espacio arquitectónico, sino la poética de la arquitectura.

Y al amparo de esa máxima filosófica considera que la arquitectura, como arte de la externalidad, es la forma más material e inmóvil de todas, y lo más concreto y objetivo que existe, contario a la ligereza de la poesía, por lo que su manifestación poética no radica en el objeto, en el edificio, sino en su espacio interior y en la luz.

Para Pereda (2001) a primera vista, la poética arquitectónica no es más que una forma privilegiada de expresión plástica, privilegiada en virtud de una especial función que se le reconoce, función que no es otra que la de ser elocuente y privilegio que no puede ser distinto al de libertad.

De esta manera la arquitectura debe comportarse como las artes de la palabra, que según Kant no son otras que la elocuencia y la poesía. La elocuencia como el arte de tratar una tarea del entendimiento como si fuera un libre juego de la imaginación, y la poesía como el arte de dar a un libre juego de la imaginación, el carácter de una tarea del entendimiento.

Dicho en otros términos, la función de la poética arquitectónica consiste en la liberación de las ataduras de sus meros usos utilitarios para jugar libre y disciplinadamente con ellas dentro del marco de las restricciones prácticas que siempre se le exige a la arquitectura y de las reglas formales que se autoimpone.

En el marco de estas reflexiones, se cuestiona, como lo hace Pereda, que mientras no se clarifique la diferencia entre la arquitectura práctica y una arquitectura con dimensión poética, existirá una laguna entre lo prosaico u obvio y lo poético, entre una construcción utilitaria y una construcción poética, entendidas las dos como límites extremos de tendencias en la experiencia.

En la arquitectura práctica o utilitaria, la extensión y la medida estándar se imponen sobre otras manifestaciones, mientras que la poética arquitectónica, en cambio se mueve en un ámbito distinto, que no puede ser otro que el de la intensidad o la intensión.

Como lo deja entrever Rocha, solo cuando el arquitecto se permite pasar de la extensión a la intensión, o de otra forma, de la arquitectura presa de sus limitaciones a la que es capaz de provocar emociones, su producto se torna sublime y ella poética.

Cuestiona este último, que los arquitectos no se preocupan de la poética de sus obras, ni de su capacidad expresiva. Por los límites que impone el utilitarismo a la arquitectura, generalmente el arquitecto no cuestiona el fondo de su trabajo, mientras que a una inmensa mayoría les resulta más cómodo funcionar desde el punto de vista comercial.

Teatro Poly Grand (Shanghái, China)
Fuente: elledecor.com, cortesía Shigeo Ogawa / TASCHEN

 

Arquitectura poética

De antes y de ahora, se encuentran arquitectos que abogan por una manera de proyectar sencilla en un contacto íntimo con el entorno. Bermejo (2024), por ejemplo considera que el arquitecto japonés Tadao Ando -premio Pritzker 1995- encarna a uno de ellos. Su postulado pone en el centro de atención la necesidad de resaltar las estructuras y espacios más allá de las formas, más si en la esencia de ellas en la perspectiva de aportar a la provocación de sensaciones que permeen y transciendan los sentidos de manera subliminal.

De ahí que la luz sea un elemento fundamental en sus proyectos, en los que las geometrías arquitectónicas en su simbiótica fusión con la naturaleza, parecieran adquirir vida inmaterial por los toques mágicos que aquella les infringe.

Llevando a cabo una búsqueda incesante de la poética de las distintas expresiones y manifestaciones de la naturaleza, por ejemplo de las estaciones, encontró el secreto para trasladar esa poética a sus obras. Oguri y otra (2019) consideran que la arquitectura de Tadao Ando contiene una intensa y extensa expresión de valores a partir de su pensamiento japonés -y oriental- como la sensibilidad, la reflexión profunda, su espiritualidad y el respeto por la naturaleza.

Las mismas son concluyentes al sentenciar que su discurso va anclado a su origen, por lo que su arquitectura no admite una sola manea de interpretarse, sobre todo por que emplea una gran cantidad de simbolismos, y por tanto existen diversas perspectivas para su interpretación.

La interpretación casi que hermenéutica que hacen de sus obras, las lleva a establecer que las manifestaciones de elementos sustantivos de su pensamiento son metáforas que nos conducen a la comprensión de nuestra misma condición humana, donde los elementos cotidianos como los materiales, la luz, entre muchos otros, tienen como destino provocar una reflexión profunda, casi que mística o propia de un rito de la espiritualidad.

Óvalo de la Casa Museo Benesse, obra de Tadao Ando (Naoshima, Japón)
Fuente: ccmagazine.es

Pues bien, hemos transitado por uno de los temas más polémicos relacionados con la arquitectura, que como muchos otros asuntos humanos, sugieren un debate que por lo general enfrenta, al menos dos posturas a los extremos. Se trata de si la arquitectura debe ser pragmática, funcional y movida por una finalidad comercial, o debe ser más una expresión artística, casi que inmaterial cuyos productos más que provocar una sensación de volumen, deben conducir a la exaltación del espíritu y a la generación de una profunda sensación de bienestar, casi que sublime.

El debate sigue abierto y seguramente será de nunca acabar. Entre tanto, la producción arquitectónica no para y no deja de prodigarnos obras que no solo nos sorprenden, sino que nos generan la sensación de estar en otra dimensión como si no encontrásemos en un estado de levitación, verbigracia, las creaciones de Tadao Ando.

Museo de Arte Chichu (Naoshima, China)
Fuente: elledecor.com, cortesía Mitsuo Matsuoka / TASCHEN

 


Referencias