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La Ciudad Jardín: del urbanismo industrial al urbanismo verde

Soluciones del pasado para desarrollos del futuro

Lo que pudo ser calificado como un delirio de un loco lunático de hace 124 años ¿podría ser hoy y hacia el futuro una solución probable para el desarrollo urbano sustentable como respuesta al creciente deterioro del medio ambiente del planeta y a los nefastos efectos del que pareciera ser el irreversible calentamiento global y su consecuente cambio climático?

Las ciudades, desde el surgimiento y durante la consolidación de la revolución industrial se han convertido en los grandes centros del hábitat en las que se concentran la mayor cantidad de factores contaminantes del medio ambiente, sin que desde las decisiones políticas, urbanísticas y sociales se haya avanzado mayormente para la concepción de un nuevo enfoque que enfrente decididamente las condiciones que imponen el urbanismo industrial como tributario determinante de dicho deterioro medioambiental.

Letchworth Garden City, la primera ciudad-jardín (Londres, Inglaterra)
Fuente: urban-networks.blogspot.com

 En efecto, «El siglo XIX fue prolífico en la proposición de modelos alternativos a la denostada ciudad industrial y posliberal. El último de ellos, nacido con el cambio de centuria, protagonizaría la siguiente» (Blasco, 2016). Una de ellas consagra la idea de Ciudad Jardín, concebida y dada a conocer por Ebenezer Howard en 1898. Howard -quien era un polifacético personaje y no era arquitecto ni tenía ningún estudio sobre urbanismo- desarrolló su idea en su obra escrita que originalmente se llamó Mañana, una vía pacífica hacia la reforma social, pero que más adelante tendría una reedición en 1902 con el título definitivo, como se le conoce hasta hoy, «Las Ciudades Jardín del Mañana».

Howard no era un planificador urbano sino un reformador social, afirma Blasco. Acudiendo a lo que plantea Peter Hall en su libro «Ciudades del Mañana» coincide con éste en la misma tesis cuando afirma que «el mayor error es que lo consideran un planificador físico, ignorando que sus ciudades jardín eran sólo el medio para reconstruir la sociedad capitalista convirtiéndola en una infinidad de sociedades cooperativas».

Howard realiza su análisis en el marco de una Londres que a mediados del siglo XIX ya presenta un crecimiento demográfico explosivo. Según Blasco pasó de 1.995.000 habitantes en 1851 a 4.670. 177 en 1901, duplicando su población. Agrega que si nos fijamos en las cifras del «Gran Londres», el aumento fue desde los 2.286.609 hasta 6.226.494 habitantes, es decir, casi que se triplicó su población.

Anota, que el imperio británico y su Londres victoriano habían alcanzado la cúspide, en tanto que la capital de la principal potencia mundial había fundamentado su predominio en una industria innovadora y floreciente que le permitió erigirse como centro financiero internacional y referente del comercio mundial. Por supuesto que todo ello condujo a una gran prosperidad que atrajo una gran masa de inmigrantes de todos los lugares -del campo, otras ciudades y países-, lo que generó como consecuencia la inevitable e incontrolable expansión urbana, habida cuenta que en su mayoría se asentaron en la periferia de la ciudad. Con esa inmigración masiva los problemas no se hicieron esperar, especialmente los asociados a la salubridad en los barrios pobres y desorganizados de la emergente clase obrera.

En su publicación «reivindicó una nueva organización social, planteó diagramas y distribuciones, propuso fórmulas de gestión y financiación, y definió una estrategia de implantación» a decir de Blasco. Y agrega que «…no se limitó a establecer sus bases teóricas, él era un hombre de acción y se puso en marcha para hacer realidad su sueño». Para ello contó con la trascendental colaboración inicial de Raymond Unwin y Barry Parker, quienes materializarían la utopía: en 1904 se inició, en el norte de Londres, Letchworth, la primera ciudad-jardín, anota el mismo.

En ella planteó lo que en su momento fue considerada una solución integral al creciente desorden de la expansión urbana. «Planeó de una manera muy distinta a la de la época sobre como proyectar y organizar las ciudades, partiendo de las ideas del colectivismo, la organización local y el autogobierno» (Arqui, 2018). Blasco sostiene que su utopía propugnaba por una tercera vía social y política que pretendía ubicarse equidistantemente tanto del capitalismo como del socialismo convencional, para proponer una tercera alternativa sobre la base de un nuevo modelo de convivencia.

Agrega Arqui que en su libro idealiza esta teoría con tres imanes: uno que representa a la ciudad victoriana como un lugar problemático; el otro al campo que ofrecía aire puro y naturaleza pero pocas posibilidades de desarrollo; y un tercero llamado ciudad campo, que emerge como la cuadratura del círculo en el que se unen las bondades del campo y la ciudad a través de núcleos urbanos limitados y autónomos unidos en una vasta red.

Los tres imanes de la teoría Howard
Fuente: urban-networks.blogspot.com

 Esta nueva ciudad soñada sería una entidad autogobernada y contaría con unas dimensiones limitadas: unas treinta y dos mil personas en una zona urbana de unas cuatrocientas hectáreas dentro de un entorno verde de unas dos mil hectáreas. En la ciudad convivirían fábricas con áreas residenciales y con los equipamientos colectivos necesarios, pero todo debidamente distribuido para prevenir perturbaciones, para lo que Howard diseñó -dibujó- esquemas explícitos.

Las dimensiones y áreas de la nueva ciudad soñada
Fuente: urban-networks.blogspot.com

 De esta manera las ciudades solo podrían crecer hasta copar el área delimitada y la cantidad de pobladores, límites a partir del cual se promovería la fundación de otra similar en otro lugar. Todas esas ciudades se ordenarían territorialmente y se conectarían a través de eficaces infraestructuras de transporte ferroviario y carreteras. El resultado final sería un gran sistema urbano altamente descentralizado conformado por ciudades jardín satélites respecto de la posición baricentrica de la capital, anota Blasco.

Blasco reseña que el modelo, más o menos abstracto de Howard, cobró vida en manos de Unwin y Parker…

«quienes fijarían los principios formales de la ciudad-jardín: predominio de la vivienda unifamiliar con una amplia parcela para cada una, combinaciones de las mismas creando diversas agrupaciones o “unidades vecinales” (que generaban pequeñas placitas verdes, espacios semipúblicos, muy en la línea de los closes de la tradición anglosajona), trazados que mezclaban líneas rectas con otras curvas para adaptarse a los terrenos y propiciar perspectivas limitadas, predominio de la vegetación en la configuración de los espacios públicos, etc.».

Según Blasco, con el decidido impulso de Howard y el apoyo financiero de diferentes socios, se emprendió la realización del modelo en el entorno de Londres. En 1904, comenzó la construcción de Letchworth Garden City, la primera ciudad-jardín, planificada por Unwin y Parker. A esta actuación pionera le seguiría Hampstead Garden Suburb (1906), donde estos mismos aplicarían sus ideas para crear, no una ciudad, sino un nuevo barrio londinense, que llamarían suburbio-jardín (en este caso promovido por la filántropa Henrietta Barnett). Pocos años después, en 1919, nuevamente Ebenezer Howard pondría en marcha su segunda ciudad-jardín: Welwyn Garden City, planificada en este caso por Louis de Soissons.

Red de ciudades jardín según modelo de Howard
Fuente: urban-networks.blogspot.com

En su propuesta urbanística Howard mostraba su interés más centrado en el proceso social que definía la forma física de la ciudad. Blasco considera que sus ideas estaban en sintonía con la tradición del utopismo del siglo XIX -desde las de Fourier, Owen, Cabet o el resto de los llamados «socialistas utópicos»- que buscaba alternativas a la ciudad existente hasta propuestas como la Ciudad Lineal construida en Madrid por Arturo Soria.

De esta manera nació la ciudad jardín, pero desgraciadamente para él su revolución social quedaría relegada, y muy pronto, cayó en el olvido, sepultada tras el éxito de la propuesta residencial, anota Blasco. Y agrega que «La forma anuló el fondo y ciudad jardín acabaría siendo gestionada como cualquier otra actuación inmobiliaria».

La idea original de Howard se fue desdibujando y con el tiempo surgiendo fusiones en distintas partes de Europa y Estados Unidos que encarnaban diversas interpretaciones del modelo original que irían reflejando la pérdida de los fundamentos fijados por Howard y también las referencias establecidas por Unwin y Parker. «Garden City se convirtió en una etiqueta de éxito comercial y fueron muchas las urbanizaciones que imitaron su apariencia formal pero no el espíritu (la denominación de ciudad-jardín adquirió un gran prestigio que impulsó enormemente la venta de viviendas)», anota finalmente Blasco.

Pero, ¿sería el modelo de ciudad jardín de Howard una solución para el desarrollo del urbanismo ahora y hacia el futuro como prototipo de ciudad soñada en medio de los elevados índices de contaminación que se genera en las ciudades modernas?

Boira (2001) plantea que la ciudad soñada sí, pero ¿para quién o para qué? Y responde que «Lejos de nuestra intención dar la respuesta definitiva al debate. Habituados a trabajar sobre el espacio concreto presentamos hoy diferentes reflejos, eso sí, de esta ciudad ideal. Son los fragmentos de un espejo roto, el del gran sueño de la utopía urbana que quizá nunca más se podrá recomponer. Como alguien ha dicho, no reflejan toda la verdad, pero sí un rayo de ella».

Frente a ello platea una profunda reflexión:

«Si la ciudad ya no es un producto cerrado, sino un proceso y en progresión, ¿no deberíamos reformular nuestro deseo reformista -por lo menos quien lo tenga- para centrar los esfuerzos no tanto en la forma urbana estricta (aquí, jardines, allá, escuelas, más allá, autopistas, hasta completar una cartografía ideal, tan bella como irreal, y sobretodo, tan volátil, ante la producción continuada de espacios especulativos en la ciudad actual), sino en los procesos sociales y económicos que están presentes en nuestra sociedad y en las escalas geográficas donde éstos pasan? Visto así, no se trataría tanto de crear modelos morfológicos, oasis urbanos “amables” rodeados de los horrores de la sociedad postindustrial, como pretendían los utópicos Owen, Sant-Simon, Fourier o Cabet. Ni tampoco reordenar los elementos del paisaje para olvidar que vivimos en una urbe, como hizo Howard en su ciudad-jardín. Visto así estaríamos más cerca -mira por dónde-, de la “crítica sin modelo” de Marx y Engels, aliñada, eso sí, con un poco de sensibilidad hacia el espacio y sus escalas».

En conclusión, se tiene que a comienzos del siglo XX surgió una idea de urbanismo como alternativa para contrarrestar el desarrollo caótico y contaminante de las ciudades industriales, que se perfilaba como la opción ideal para planear y desarrollar un nuevo concepto de ciudad moderna. No obstante, pese a lo promisorio de la propuesta que estaba impregnada de un profundo sentido social, humanista y ambiental, no prosperó habida cuenta de la tendencia mercantilista que ya invadía la mentalidad de la sociedad capitalista. La ciudad jardín de Howard, no pasó de ser una ilusión algo utópica, no obstante que la forma más no el trasfondo conceptual fue acogido por la industria urbanística pero más como un negocio inmobiliario que como una postura urbanística de la modernidad. Pudo ser una oportunidad que desaprovechó el mundo para dar un mejor ordenamiento a sus ciudades con un enfoque ambientalista, humanista y social.

La ciudad soñada (modelo en 3D)
Fuente: malacatonesdecortes.weebly.com

Referencias

Por: Jorge Iván Campos

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