(+57) 601 7041757 * (+57) 314 4714426 [email protected]
Fuente: Freepik
La consuetudinaria exclusión de la juventud de las dinámicas urbanas, están presionando su determinada movilización.

La era digital y la irrupción de lo que hoy se llama la cuarta revolución industrial de manera acelerada ha hecho que las condiciones sociodemográficas y económicas registren cambios sorprendentes nunca antes pensados, especialmente en la reconfiguración de las dinámicas de las ciudades, y más específicamente, según Stouhi (2021), en la “forma como se trabaja, se vive y se desplaza hacia el trabajo”. De esta manera las ciudades han venido siendo “catalizadores del crecimiento económico, sirviendo de puntos focales para las empresas y la migración” y a nivel global “en el tejido urbano actual se destacan dos patrones demográficos: urbanización rápida y grandes poblaciones de jóvenes.

En Colombia este proceso a su vez ha sido precedido por la evolución de la urbanización y del transporte. La tendencia urbanizadora ha terminado por imponer un modelo mixto que combina la tradicional manzanización con los desarrollos urbanísticos agrupados como los conjuntos residenciales y las copropiedades, modelo que fue impulsado en Colombia desde los años 70s por el sistema hipotecario que permitió el acceso a la vivienda especialmente a sectores poblacionales laboral y económicamente formalizados.

A su vez el cambio en los modelos de movilización urbana con la implementación de los sistemas masivos de transporte público es otro de los factores que en los últimos treinta años han contribuido a la recomposición del tejido urbano en las principales ciudades colombianas.

Respecto a la población joven, es de anotar que en Colombia la participación de este segmento poblacional ha disminuido porque los hogares se han reducido pasando en ciudades como Bogotá de 3.5 a 2.9 miembros en casi dos décadas, y que el número total de la población joven entre los 15 y los 29 años se incrementó sólo en 1.474.220 entre 2005 y 2020, pasando de 11.275.124 a 12.749.344 de 2005 a 2020, unos 98.000 por año (DANE, 2020). Pese a lo anterior, es evidente que la vocación participativa de la población joven ha aumentado sus demandas por reconocimiento de derechos e inclusión social, especialmente en la última década. Así, casi 13 millones de jóvenes, el 25% de la población total, hoy representan un reto para la sociedad y el estado, y en particular para las ciudades.

Una encuesta realizada en 2016, cuyos datos se conocieron en 2017, reveló que en Bogotá y Soacha –Cundinamarca- el 36% de los compradores de vivienda nueva esta entre los 25 a 35 años. Datos consolidados por Camacol de la Encuesta Nacional de Hogares del DANE de 2016 indicaron que del total de familias con diferentes tipos de vivienda, el 17% pertenece a este rango de edad.

Este mismo estudio reveló que el 14% de familias son jóvenes propietarios, mientras que el 10% de propietarios son menores de 25 años. (Portafolio, 2017). Otro dato da cuenta de que en promedio en América Latina, los jefes de hogar de 15 a 39 años de edad alquilan viviendas, mientras que el 39% de las jefas de hogar del mismo rango lo hacen. (Volpe, 2014).

Los datos reflejan que la población joven en una proporción nada despreciable, ejerce algún tipo de tenencia de vivienda, lo que al unísono con la expansión urbana, se explica por la creciente emancipación temprana de la población joven para constituir mayoritariamente hogares unipersonales, y en menor proporción en pareja que a lo sumo deciden concebir entre uno y dos hijos. Esta es una de las dinámicas urbanas en la que las demandas de la población joven se hacen evidentemente crecientes.

En cuanto a educación, según el Ministerio de Educación Nacional-MEN, entre el 2007 al 2015 la población en edad de ingresar a la universidad -17 a 21 años-, pasó de 4.125.881 a 4.349.823, mientras que la cantidad de inscritos para realizar estudios superiores a 2015 fue de 2.708.754 en el sector privado y 4.352.328 en universidades públicas, para un total de 7.061.082 de inscripciones, de las que el 52% fueron mujeres y el 48% hombres.

Fuente: Elaboración del autor. Datos MEN.

En 2020 la matricula en educación superior en todas la modalidades o niveles ascendió a 2.355.603 de los que 1.203.895 estaban en el sector oficial y 1.151.708 en universidades privadas; del total, el 51.1% fueron mujeres y el 48.9% hombres, y 1.529.788, estaban en pregrado. Estos datos reflejan que antes de la pandemia del covid-19 la demanda potencial de educación superior era casi 6 veces más de lo que hoy es la matricula oficial. Se destaca que las mujeres progresivamente viene siendo el género que más se matricula para cursar estudios superiores.

Ilustración 1 Matricula oficial en educación superior 2020

 

Fuente: SNIES-MEN.

Si se compara los datos de 2015 de la población en edad de ingresar a la universidad con el dato de la matricula total en el nivel de pregrado, bajo el supuesto de que esta población se ha mantenido constante, fácilmente se advierte un déficit de acceso de 2.820.035 de potenciales estudiantes que se encuentran por fuera del sistema, que es casi el 50%, coincidiendo esta situación con lo que Muñoz señala al afirmar que en Colombia la “educación formal cobija solo al 50% de los jóvenes y las jóvenes entre los 14 y 26 años”, (Muñoz González, 2002), según él mismo, debido a la crisis de la educación pública presionada por la creciente privatización del servicio.

Por lo que atañe a la salud, el Ministerio del ramo reporta que a septiembre de 2021 la cobertura en aseguramiento es del 98,96%, que de ser real dicho dato, se descarta que la población joven tenga problemas de acceso a los servicios de atención en salud.

Respecto al empleo, al cierre del trimestre abril-junio de este año la tasa de desempleo juvenil se ubicó en el 23,3% frente a un 17,2% prepandemía (Portafolio, 2021), cifra alarmante, si se suma al hecho de que el 50% de la población joven no está accediendo a la educación formal superior y para el trabajo.

Muñoz al referirse a los jóvenes colombianos asegura que muchos de “ellos están marginados de la ciencia y la tecnología, de las posibilidades de trabajo, la participación política, la recreación y las posibilidades de expresión.”

Este panorama reafirma lo que Muñoz sostiene cuando señala que la sociedad colombiana ha venido manifestando una progresiva exclusión de la juventud de los procesos sociales y políticos, y una marcada dificultad para el diálogo y la comprensión intergeneracional. (Muñoz, 2002).

Con la pandemia Covid se puso en evidencia como este segmento poblacional es de los más afectados por las políticas públicas nacionales y territoriales, y en general por el sistema y la forma como opera la sociedad. En efecto, las movilizaciones masivas que vienen ocurriendo desde 2019, en su mayoría impulsadas por los jóvenes de las principales ciudades, dan cuenta de una inconformidad juvenil sin precedentes al sentirse excluidos del sistema social, económico, educativo, recreativo, cultural y, en fin, de las dinámicas urbanas.

Ante esta situación la pregunta relevante es ¿están preparadas las ciudades para responder a esta creciente sed inclusiva de la juventud en todas las dinámicas urbanas?

La respuesta no es fácil y tampoco unidimensional, pero todo comienza por entender cómo operan actualmente las ciudades, a lo que le es inherentes los elementos infraestructura, movilidad, instalaciones cívicas, espacios de reunión, etc. Stouhi sugiere que para evaluar “lo adecuadas que son las ciudades para los jóvenes se requieren solo tres categorías: “vivir, “trabajar” y “jugar”, a las que se debe agregar “estudiar”.

Frente a todo este cuadro y tratándose del desarrollo futuro de las ciudades y por lo tanto de sus necesidades de planeación urbana, hoy es un imperativo que los jóvenes entren en la escena de las discusiones públicas. Según la visión de Stouhi, sin duda la urbanización juega un papel crucial en la promoción del crecimiento, la inclusión social, la igualdad y el compromiso en las ciudades de todo el mundo. Y aquí la institucionalidad, pública y privada, es clave para responder a las demandas de la población joven.

En resumen, tenemos un segmento poblacional joven que, aunque poco ha crecido en los últimos 15 años, está sometida a dos tendencias que ya están dando muestras de conflicto creciente: las demandas de dicha población han venido en aumento y hay un notable crecimiento de su exclusión de las dinámicas urbanas y soluciones sociales.

Estos hechos indican que se hace necesario contar con las opiniones, percepciones y propuestas de los jóvenes, en la perspectiva de revertir la situación de exclusión social y responder efectivamente a sus demandas por bienes y servicios sociales que los cubra, derivado de un incluyente, constructivo y diáfano dialogo intergeneracional, interinstitucional e interestamental. Esto, en las ciudades, implica incluirlos en la formulación y en la ejecución de las políticas públicas, los planes de ordenamiento territorial, los planes de desarrollo económico y social, y los proyectos de desarrollo urbano.

Solo así las soluciones serán legítimas y se podrá revertir el problema.

– – – – –

Referencias

*     *     *

canlı maç izle selcuksports deneme bonusu deneme bonusu veren siteler bahis siteleri jojobet