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La Carta de Venecia

«The Architect’s Dream». Oleo sobre lienzo por Thomas Cole (1840)
Fuente: Wikipedia
Cuando un patrimonio cultural trasciende épocas, obligado es protegerlo.

En artículo anterior, se hizo referencia tangencial al tema de la protección del patrimonio histórico y cultural consagrado en la Carta de Atenas -que surgió como resultado del Tercer Congreso Mundial de Arquitectura (CIAM)-, y en él se planteó el propósito de dedicar una reflexión específica a partir del abordaje de la Carta de Venecia de 1964.

La Carta de Atenas, que fue el antecedente a la de Venecia en cuanto a este asunto se refiere, postuló -como resultado de las reflexiones de la conferencia- el convencimiento de que la conservación del patrimonio artístico y arqueológico de la humanidad, interesa a todos los estados defensores de la civilización, por lo que promulgó el propósito de que los Estados se presten recíprocamente una colaboración cada vez más fuerte, decidida y concreta para promover la conservación de los monumentos artísticos e históricos.

En la declaración expedida por la conferencia dentro del congreso se expuso una aspiración que suena a llamado casi que obligado a todo el mundo…

 «…considera altamente deseable que las instituciones y los grupos calificados, sin menoscabo del derecho público internacional, puedan manifestar su interés para la salvaguarda de las obras maestras en las cuales la civilización ha encontrado su más alta expresión y que aparecen amenazadas: hace votos para que las solicitudes a este efecto sean sometidas a la Comisión de la Cooperación Intelectual, después de encuestas hechas por la Oficina Internacional de Museos y después de ser presentadas a la atención de cada Estado» (Anónimo, 2020).

El mismo agrega que la conferencia escuchó la exposición de los principios generales y de las teorías concernientes a la protección de monumentos. La conferencia también emitió la observación según la cual «…a pesar de la diversidad de casos especiales en los que se pueden adoptar soluciones específicas, predomina en los diferentes Estados presentados, la tendencia general a abandonar las restituciones integrales y a evitar sus riesgos mediante la institución de obras de mantenimiento regular y permanente, aptos para asegurar la conservación de los edificios».

Éstas y un conjunto de más proposiciones, observaciones, aspiraciones y principios terminaron conformando el capítulo originario sobre conservación del patrimonio histórico y cultural de los pueblos, contenido en la Carta de Atenas, que sería la base fundamental que daría originen a la ya referida Carta de Venecia.

A decir de López (2022), «La Carta de Venecia (1964) significó hace 50 años un importante paso para la aplicación, en el ámbito mundial, de principios normativos en cuanto a la teoría y la práctica de la restauración arquitectónica».

Sin lugar a dudas, a cincuenta años de su promulgación, la importancia e influencia de la Carta de Venecia en la teoría y práctica de la restauración y conservación urbano-arquitectónica aún sigue teniendo una influencia determinante. Al respecto López anota que «Podemos afirmar, que hasta el día de hoy, sus enunciados y definiciones tienen validez universal, gracias a que sus postulados técnicos, marcaron la pauta para que los criterios, la filosofía y los métodos tuvieran una noción más amplia tanto de los monumentos como de los centros históricos y por ende, su consecuente rescate, conservación y puesta en valor».

Torre Inclinada de Pisa (Pisa, Italia)

Fuente: elle.com

 

El mismo López afirma sin titubear que «La aplicación de los postulados doctrinales de la Carta de Venecia ha experimentado una tenaz y permanente evolución de conceptos». Y con la misma determinación agrega que…

«…Estos van desde la manera más vasta de mirar a los monumentos y los sitios patrimoniales, incluyendo al territorio, a los paisajes e itinerarios culturales, hasta las nuevas nociones de rescate, restauración, conservación y salvaguardia, conforme a la transformación de la vida social, económica, cultural y turística de las zonas monumentales, sumándose a esto, el impacto que ha tenido en la formación técnica multidisciplinaria de los responsables de su resguardo».

El sumun de la carta se construye a partir de la consideración transcendental según la cual «las obras monumentales están cargadas de un mensaje espiritual del pasado, que continúan siendo en la vida presente, el testimonio vivo de sus tradiciones». De esta manera surgen principios y conceptos claves que se constituirían casi que en norma universal. Se proponen en ella la definición de «monumento histórico», «conservación» y «restauración». Los objetivos centrales de tales definiciones no eran otros que pretender salvaguardar tanto la obra de arte -aspecto formal- como el testimonio histórico -significado y valoración-.´

Según García (2022), la Carta de Venencia tiene una visión universalista con respecto al patrimonio cultural, arquitectónico e histórico y resalta el siguiente extracto:

«Con su mensaje del pasado, los monumentos históricos de diferentes generaciones del ser humano, perduran hasta nuestros días como testigos vivientes de las tradiciones de estas. Cada día hay más personas conscientes de la unidad de los valores humanos, y se refieren a los monumentos antiguos como un patrimonio común. Se reconoce la responsabilidad común de salvaguardar estos sitios para generaciones venideras. Es nuestro deber heredarles la riqueza de su autenticidad. Es esencial que los principios que guían la preservación y restauración de edificaciones antiguas, sean acordados y establecidos internacionalmente, y lograr que cada país se responsabilice de aplicar el plan dentro de su contexto cultural y tradicional»

Dada la transcendencia de estos conceptos o definiciones resulta por demás pertinente y obligado realizar un abordaje detallado de cada uno de ellos para comprender su trascendental dimensión.

Monumento Histórico

Ya en la proclama que antecede se advierte una aproximación determinante al concepto de la cual vale resaltar o rescatar algunas piezas. El primero es el que considera al monumento histórico como testigo viviente del pasado de la humanidad, es decir de otras y otroras generaciones.

La segunda pieza determinante es la que considera al monumento histórico como un patrimonio común de la humanidad a partir del hecho de que cada día hay más personas conscientes de los valores humanos y de lo que ellos encarnan.

La tercera pieza clave es la que reconoce la responsabilidad común de salvaguardar éstos sitios para las generaciones venideras como un deber de heredarles la riqueza de su autenticidad.

Específicamente la Carta de Venecia en su Artículo 1 define así al monumento:

«[…] la creación arquitectónica aislada así como el conjunto urbano o rural que dá testimonio de una civilización particular, de una evolución significativa, o de un acontecimiento histórico. Se refiere no sólo a las grandes creaciones sino también a las obras modestas que han adquirido con el tiempo una significación cultural».

Acrópolis (Atenas, Grecia)

Fuente: elle.com

 

Conservación

En su artículo 5°, la Carta de Venecia menciona que,

«[…] la conservación de monumentos siempre resulta favorecida por su dedicación a una función útil a la sociedad; tal dedicación es por supuesto deseable pero no puede alterar la ordenación o decoración de los edificios. Dentro de estos límites es donde se debe concebir y autorizar los acondicionamientos exigidos por la evolución de los usos y costumbres».

La carta consagra entonces una doctrina que no pretendió ser absoluta o un dogma, más si una guía que no solo sensibilizara acerca del valor cultural de los monumentos sino que también pautas que condujesen a la asunción de su cuidado como un valor preciado de incalculables dimensiones.

De esta manera a la «conservación» se le considera ante todo como un «mantenimiento sistemático» del monumento, a través de su utilización moderna que, sin embargo, «no debe alterar la distribución y el aspecto del edificio».

Restauración

Parafraseando al arquitecto Aceves (2004), López señala que «la concepción ‘clásica’ de lo monumental que dominaba en el congreso, hacia persistir la visión arqueológica de lo antiguo y la concepción museográfica de lo precioso». Y complementa señalando que los restauradores y museógrafos tanto del Consejo Internacional de Museos (ICOM) como del Instituto Central del Restauro (ICR) que habían sido influenciados por Brandi (1963/1988) expresaban:

«[…] entre las obras de arte se encuentran las que tienen estructuralmente una razón funcional, como la arquitectura y en general las llamadas artes aplicadas, y resulta claramente que el restablecimiento de la funcionalidad, que entra en el campo del restauro, representa sólo una faceta secundaria o concomitante, jamás la primordial o fundamental que corresponde a la obra de arte en cuanto obra de arte.»

Es debido a esta percepción del patrimonio monumental (arquitectónico), por lo que se aprecia en la Carta de Venecia un trato a lo edificado como si fuera un objeto de museo al que se le pueden aplicar los principios de la restauración de los bienes artísticos y de los objetos arqueológicos, concluye López.

Se tiene entonces que la «restauración» es considerada por la Carta de Venecia como un «proceso que debe tener un carácter excepcional», cuya «finalidad es la de conservar y poner de relieve los valores formales e históricos del monumento, y se fundamenta en el respeto a los elementos antiguos y a las partes auténticas».

Chichen Itzá (Yucatán, Mexico)

Fuente: elle.com

 

En conclusión, la Carta de Venecia que se promulgó tras el Congreso Internacional de Arquitectos y Técnicos de los Monumentos Históricos en 1964 significó hace 50 años un paso importante para la aplicación a nivel mundial de principios normativos en torno a la teoría y práctica de la conservación y restauración arquitectónica y fue la materialización de los enunciados generales sugeridos en la Carta de Atenas de 1931 en esta materia.

Ella encarna la consideración y el compromiso del mundo por la protección del legado arquitectónico que civilizaciones milenarias y recientes -incluso actuales-, dejan a la humanidad como evidencia de sus creaciones y desarrollos que tienen gran valor artístico, cultural e histórico en tanto que son evidencia de su desarrollo y evolución, como un patrimonio del que ha de disfrutar, apreciar y conocer las actuales y futuras generaciones.

Taj Mahal (Agra, India)

Fuente: elle.com

 

Referencias

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Por: Jorge Iván Campos

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