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Pocas posibilidades hay de modificar la uniformidad que se encuentra.
Fuente: freepik.es
No hay mejor diseño que el que se hace con la impronta de quien ha de disfrutarlo.

Tradicionalmente las constructoras, especialmente en Colombia, son las que han definido todas las características de las viviendas que ofrecen al mercado, por lo que los clientes han estado ausentes en la concepción de los proyectos, no obstante ser quienes las disfrutarán o padecerán. Por lo general las viviendas nuevas están hechas a la medida del constructor, más no a la del comprador.

Según Oi Realtor (Redacción, 2021) la psicología aplicada a los hábitos de consumo “destaca que nueve de cada diez compras se hacen de un modo inconsciente. Y no solo las compras diarias sino las grandes inversiones como la compra de una casa.” Agrega el mismo, que “la realidad es que la compra de una vivienda es algo único en la vida y debería ser una decisión 100% racional.”

El soportar en las emociones -el componente subjetivo del ser- la decisión de comprar una vivienda implica el riesgo de pasar por alto otros aspectos importantes que inexorablemente determinan el hábitat, entre ellos el tamaño, la ubicación, el vecindario, los servicios que ofrece la zona o el precio. Pero ¿siempre ocurre que cuando un sujeto va a adquirir una vivienda lo hace solo con su juicio emocional? ¿En que debería pensar la constructora antes de iniciar incluso el diseño de un proyecto habitacional o arquitectónico?

Según Landázuri y otro (2004), refiriendo lo que plantea Mercado (1998) se tiene que “La habitabilidad es un concepto que se refiere a la satisfacción que se obtiene en un determinado escenario o grupo de escenarios; es el atributo de los espacios construidos de satisfacer las necesidades objetivas y subjetivas de los individuos y grupos que la ocupan.”, es decir “Las cualidades medioambientales que permiten el sano desarrollo físico, biológico, psicológico y social de la persona” (Castro, 1990).

Fuente: huellalocal.cl

Un estudio cualitativo y cuantitativo centrado en la habitabilidad interna, realizado por investigadores de la UAM, (Landázuri Ortiz , y otros, 2004) arroja luces que permiten una aproximación resolutiva de los interrogantes ya sugeridos. El objetivo del estudio fue “ver el efecto de las variables de diseño sobre todo el conjunto de variables del modelo de habitabilidad”. Su alcance fue tratar de encontrar las relaciones de causalidad tanto de manera general como en los factores más específicos, así como las transacciones psicológicas que se presentan entre el residente y su morada. Para precisar este alcance, especialmente se apoyaron en los resultados de uno de aquellos estudios (Mercado y otros, 1995), que logró establecer que varios factores físicos de las viviendas podrían apreciarse desde tres dimensiones, uno emocional, otro simbólico y el último conductual.

Además de ello, previamente definieron el alcance del concepto de transacciones psicológicas, recurriendo para ello a lo sugerido por Wapner (1991), según el cual se entiende como “los factores internos de la persona que intervienen en la percepción, cognición y evaluación del entorno”.

Los investigadores después de haber realizado una recopilación de variables sugeridas por varios estudios precedentes, las agruparon en tres clases, Factores de Diseño Arquitectónico, Transacciones Psicológicas y Habitabilidad Interna, para de esta manera precisar las que considerarían en el estudio y que se pueden apreciar en la tabla siguiente:

Fuente: Elaboración del autor con datos de Landázuri y otros.

Para sistematizar las correlaciones armaron la matriz siguiente:

Matriz de relación entre variables dependientes e independientes
según el análisis de regresión lineal múltiple.
Fuente: Elaboración del autor con datos de Landázuri y otros.

Al aplicarlas en el estudio por ellos desarrollado, que involucró a 64 viviendas y 139 habitantes mayores de 15 años a los que se les aplicó una encuesta, les permitió encontrar varios hallazgos interesantes:

      • Que variando el diseño arquitectónico se puede afectar la habitabilidad interna, y por lo tanto, la calidad de vida de los moradores.
      • Que el número de espacios y circulaciones (corredores, escaleras, pasillos, etc.), es significativo, por lo que al haber más espacios se tendrá la posibilidad de disponer de mayor diversidad de escenarios para interactuar en familia. En el estudio, la variable de circulaciones tuvo especial relevancia a igual que las de placer y control.
      • A mayor número y tamaño de habitaciones, mayores son las posibilidades de contar con zonas de mobiliario y almacenamiento.
      • En una correlación del placer con la cercanía a espacios públicos se encontró la preferencia por que la casa esté distante del espacio público en términos de privacidad más no de la información, habida cuenta que tener control visual y auditivo hacia el exterior causa sensación placentera.
      • La variable placer resultó no ser significativa con respecto a las variables circulación total, circulación subjetiva y dimensión promedio, que se explica por qué dichas variables hacen referencia a la provisión de movilidad, pero no necesariamente es causa de placer.
      • En cuanto a la variable activación –registró la más alta varianza- se evidenció que el número de espacios determina que tan excitante es la vivienda al aumentar la diversidad de oportunidades de realizar actividades.
      • La sociopetividad y la conectividad aumentan la estimulación al permitir más interacciones, en tanto que los espacios de la casa son lugares de numerosos encuentros si hay factores físicos que los determinen. Se valora más, si simultáneamente el espacio físico permite la interacción social y la privacidad.
      • Ninguna de las variables arquitectónicas complejas cómo la dimensión física, conectividad, circulaciones y profundidad estuvieron correlacionadas con la activación, algo lógico puesto que aquellas per se no producen ni intensifican la estimulación, como sí lo son el ruido, la iluminación, la complejidad e intensidad de actividad del entorno, que afectan los niveles de tensión emocional que genera la casa.
      • La variable control solo tuvo relación significativa con la conectividad, -algo esperado por los investigadores según su hipótesis- que se explica porque a mayor conectividad mayor es el control que se tiene sobre el entorno.
      • La significatividad registró una apreciable correlación con los metros construidos, número de espacios, dimensión promedio, la cercanía de espacios públicos y circulaciones totales, algo comprensible puesto que se trata de aspectos simbólicos del ambiente, ya que una casa con más espacios y circulaciones implica un mayor estatus y da oportunidad a la satisfacción de un número mayor de valores en la vivienda.
      • La operatividad y la funcionalidad registraron una considerable superposición compartiendo la dimensión promedio de los espacios y el número de circulaciones totales lo que afecta los patrones comportamentales de los sujetos tanto en la realización de movimientos como en las secuencias conductuales.
      • La privacidad tuvo una relación significativa con las circulaciones, lo que es importante puesto que al haber más circulaciones se tiene un mayor control de acceso de otros a los espacios privados y a la información de los moradores, lo que aseguran la privacidad.

A la luz de estos importantes hallazgos arrojados por esta investigación -pese a las limitaciones que los mismos investigadores no dejan de señalar- surge la cuestión ¿Quién debería definir el diseño de una vivienda que ha de habitarse?

Echeverry (2010), sostiene que “Una arquitectura que se esmera por involucrar a sus usuarios dentro de todo el proceso (idea, ejecución, habitar) de una intervención del espacio físico, es la que verdaderamente logra generar o despertar un sentimiento de pertenencia al proyecto por parte de los habitantes, y así mismo garantiza que el proyecto tendrá coherencia y acogimiento en ese determinado lugar.” Por su parte García (2012) sostiene que “la arquitectura participativa pone en crisis los medios y métodos canónicos de proyectar arquitectura para ofrecer alternativas de hábitat sustentada en la democratización de los procesos de diseño”.

De hecho, desde una vertiente de la sicología que se aplica a la arquitectura, se considera que cuando una persona va adquirir o construir una vivienda, los aspectos emocionales inciden determinantemente en las decisiones de quienes han de ser los moradores, y una vez ya instalados en la vivienda respectiva, empiezan a experimentar -padecer o disfrutar- las transacciones psicológicas.

No obstante, la investigación referida deja claro que en dicha decisión realmente se combinan tanto esos aspectos como los racionales, pero su virtud más determinante es que pone en la discusión la necesidad de que la actividad constructora tome en serio el componente psicosocial de los potenciales habitantes, en la perspectiva de acercarlos al proceso de diseño y construcción del hábitat, que necesariamente implica la incorporación de las diversas percepciones tanto emocionales como racionales de quienes aspiran a disfrutar de una vivienda nueva construida por un tercero, de tal manera que la adquisición de la misma y su consustancial habitación, se conviertan en una “experiencia significativa”. Y eso puede lograrse de manera más exitosa mediante una arquitectura participativa de principio a fin, y hasta la posventa.

 

Referencias

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