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La dignificación de la condición humana no admite elusiones ni postergaciones.

Uno de los grandes cuestionamientos que surgieron contra el Proyecto de POT de Claudia López para Bogotá, es lo que propone de renovación urbana que traería consigo dos grandes consecuencias para la ciudad: Densificación concentrada en algunos sectores -los que se renovarían- y gentrificación.

Recuérdese que en el Cabildo Abierto convocado en octubre por el Concejo Distrital para reflexionar y debatir con la ciudadanía dicho proyecto, habitantes de varios barrios –Normandía, Campin, San Bernardo, Barrios Unidos- criticaron los planes de renovación urbana para estos barrios por los efectos que sobre ellos caería en tanto que implicaría que se desplacen de sus tradicionales espacios urbanos que provoca desarraigo, es decir lo que en términos de los técnicos y especialistas en temas urbanos, se conoce como “gentrificación”.

No hay duda de que en muchas ciudades del mundo los entornos urbanos se encuentran en procesos constantes de evolución social y transformación económica que terminan materializándose en “renovación urbana”, que de contera trae consigo fenómenos de gentrificación, algo complejo que circunscribe variedad de asuntos, desde el mejoramiento del entorno construido y el fortalecimiento de la economía local hasta el desplazamiento y el cambio demográfico, y que en últimas se traduce en un aumento de precios de las propiedades y el costo de vida que finalmente obliga a que habitantes de bajos ingresos abandonen el área.

El término ‘gentrificación’ se acuñó en el contexto urbano de Londres hacia 1964, y hace referencia a “procesos de renovación urbana de viejas zonas céntricas de las ciudades producto del arribo de estratos medios y altos de la población, y el desplazamiento de sectores pobres residentes en ellos.” (Rojo Mendoza , 2016). Para el mismo, este concepto implica dos asuntos: reestructuración urbana y recambio de clases sociales. Si se considera solo los aspectos materiales de estas transformaciones, como lo anota Rojo, la gentrificación finalmente “implica dinámicas de extracción de rentas del suelo, y la distribución desigual de las ganancias obtenidas en ello.”

A decir de otros, esto no se trata de un fenómeno que ocurra solo en zonas eminentemente residenciales, sino que también puede darse en sectores industriales que van siendo absorbidos por la expansión de la ciudad. En un período de tiempo, se va produciendo un desplazamiento gradual de los habitantes desde siempre en el lugar, con la llegada de otros, que con mayor poder adquisitivo, gentrifican su barrio (Universidad de América, 2018).

En algunos casos se ha tratado de una acción deliberada y racionalmente preconcebida por invadir un espacio tradicional y de desplazar a sus moradores y valores vernáculos, para imponer un nuevo modelo urbano con nueva población de otra condición socioeconómica. Para ello se adquieren unos predios, que dada sus condiciones actuales tienen poco valor, pero que al incorporarlos al nuevo proyecto adquirirían un mayor al cambiar sus condiciones urbanísticas y socioeconómicas, valor del que se apropiarán los constructores y los nuevos propietarios, pero que no se comparte con los moradores desplazados. La consecuencia para los desplazados por cuenta de estos proyectos -con alta probabilidad- es que tengan que vivir en zonas de mayor marginalidad, en tanto que lo que reciban por el valor de sus predios no les alcanzará para adquirir uno de las mismas características, como es el caso que se propone presuntamente en este nuevo POT.

Y aquí surgen varios interrogantes que no dejan de ser válidos: ¿La gentrificación es un ‘daño colateral’ connatural al desarrollo urbano? O por el contrario ¿Se pueden renovar los entornos urbanos de manera más ética?

Mientras que especialistas en el tema no dudan en observar esta tendencia en el Proyecto de POT de Bogotá, en otras latitudes ocurren procesos de renovación urbana pero sin gentrificación, más si con “conservación”: de espacios, población, valores y costumbres tradicionales, que han terminado por provocar fenómenos de “urbanismo inclusivo”, con lo que se puede dar respuesta positiva al último de los interrogantes anteriores.

Fuente: Ethic.

Un caso ejemplarizante es el de Union Market, en Washington DC, que muestra a todas luces que “un barrio puede marcar tendencia y generar riqueza sin que se disparen los precios” (Ethic, 2018), y sin que se presione el desplazamiento de sus tradicionales habitantes o moradores.

Este era un centro de producción y distribución de alimentos en la década de los treinta. Y según relata Ethic, sus fachadas industriales se mantuvieron, y el distrito se ha puesto de moda, y ha evolucionado a un barrio moderno, plagado de restaurantes, tiendas, galerías de arte y todo lo que marca tendencia en una ciudad. El mismo Ethic reseña que la diferencia con ejemplos cercanos como el de Malasaña en Madrid o Gràcia en Barcelona, es que Union Market no pretende echar a sus moradores para convertir sus viviendas en pisos turísticos que renten el doble de dinero, sino que por el contrario, antes de llegar a esta situación, de por demás segregacionista, la Empresa EDENS -una de las propietarias y desarrolladoras de bienes inmobiliarios más importante de USA- tomó la iniciativa para que los inquilinos no tuvieran que desplazarse de su hogares a otras zonas de la ciudad. Y no solo fue eso: El objetivo era convertir Union Market en todo un ecosistema económico, donde sus residentes pudieran trabajar y generar riqueza, al tiempo que reducían la brecha de desigualdad.

Fuente: Union Market.

La clave, como cuentan desde la EDENS, según Ethic, era no imaginar el proyecto como un conglomerado de edificios, sino como un centro lleno de oportunidades para todos. Según la misma, “el primer paso que dio la empresa promotora del proyecto fue reunir a miembros de la comunidad, instituciones, urbanistas y responsables políticos para ayudar a crear un plan piloto a escala y una visión general del proyecto. De este proceso surgieron los principios rectores que luego transformarían un antiguo centro de producción y distribución de alimentos en un distrito para la prosperidad inclusiva.

Reseña Ethic que se trataba de un reto ambicioso: había que crear puestos de trabajo en la zona, involucrar a la comunidad, impulsar la conexión con la ciudad, fomentar el espíritu emprendedor, y por supuesto, salvaguardar la identidad cultural e histórica de la zona.

El resultado de todo este proceso de unión de esfuerzos, propósitos y acciones fue la génisis de un espacio empresarial que hoy aprovecha el cada vez más creciente flujo de visitantes de un barrio que se ha modernizado y puesto de moda. En los últimos años se han creado 20.000 nuevos empleos entre sus residentes y la zona dispone de viviendas atractivas para un amplio abanico de grupos socioeconómicos, y sin precios y condiciones excluyentes, como lo describe Ethic.

Hoy este distrito se ha convertido en un referente de innovación en sectores diversos como el alimentario, el tecnológico, la ingeniería, el comercio minorista, el cine, el arte y las comunicaciones.

Fuente: Union Market.

En conclusión, este ejemplo de cómo una zona tradicional que se convirtió en un distrito moderno, productivo y generador de riqueza y bienestar, derivado de un proceso incluyente de renovación urbana, respetuoso de la tradición, costumbres y derechos de permanencia de quienes ya residían en él, es una clara manifestación de lo que es una alternativa novedosa para resolver de manera simultánea las necesidades de desarrollo urbano que involucra soluciones de vivienda en condiciones más dignas, y la empleabilidad, emprendimiento y productividad de la población nativa, con total ausencia de gentrificación. Es la evidencia de que se puede promover renovación urbana de manera más ética.

Fuente: Union Market.

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Referencias

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